lunes, 21 de noviembre de 2011

No es amanecer. Es despertar.

     04:36am.

     Otra noche sin dormir. Más allá del dolor físico habitual que atormenta mis sienes, creo que es una angustia mental lo que me impide concebir el sueño. Más que angustia, es incorformidad, de mi, de mi existencia…

     La noche está tan cerca de mí, que puedo sentir como el aire esgrime. Y ojalá se acercara para abrazarme, pero no: la noche a mi no me abraza, me quema con su frío; y junto con la luna, me maltrata. Es castigo. 

     En noches como éstas me molesta hasta el sonido de mi respiración. Y es que esta maldita respiración se desliza oído a dentro, cada vez más ruidosa y rasgada… viscosa hasta exasperar. 

     A pesar de que está madrugando, decido abrir la puerta y salir al patio a pensar en la claridad de la noche. Y digo claridad de la noche, porque es precisamente en la noche cuando los pensamientos se vueven más nitidos y cobran más sentido.

    Me siento. Noto que el cielo está infranqueable, refulgente. Y aunque las montañas no han sido abandonadas por la oscuridad, ya parecen presentir su huida. Y es que el sol se acerca, ya está a punto de amanecer; pero aún todo está confundido en el ayer. Me agrada saber que no soy sólo yo, y que incluso los pájaros, parecen haber perdido el rumbo.

    Hoy no amanecí, hoy desperté.

    Desperté angustiada de corazón y de mente, angustiada hasta la médula, y a decir verdad, harta de mi misma. No quiero estar bajo esta piel. No quiero estar dentro de esta nube. La oferta de la vida me parece demasiado vulgar. Aspiro a salir de mi yo.

    Ciertamente me gustaría desaparecer, de hecho, diría que hoy más que nunca, pero probablemente lo vuelva a repetir; a fin de cuentas siempre acabo diciendo lo mismo, ¿no? He gastado tanto el diccionario que no me siento en condición de continuar reflejando lo que voy sintiendo en las líneas. Sin embargo, lo sigo haciendo. Y es que estas líneas son mi único escape, son las únicas que me abrigan y que me liberan; líneas, letras, tinta, únicas que pueden ampararme. Únicas que pueden retener esto, que pueden protegerme de mi.

    Desearía comprender las cosas, pero cada vez que me lo explican, más me cuesta. Quiero adormecerme, pensar en mi, quiero... sencillamente quiero dejar todo esto, necesito irme. Necesito desaparecer por mucho tiempo, estar sola, pero la verdad es que es imposible. No puedo huir lejos, a otro lugar, a otra dimensión, no puedo escapar, ocultarme, meterme debajo de la cama y no salir nunca. Y es que resulta tan difícil esconderse cuando hay gente que se da cuenta de lo que sientes, y preguntan. Arghs, ¿es que acaso no entienden que existe la posibilidad de que yo esté cansada? ¿Acaso no puedo desear yo, dejar de existir? ¿Por qué no comienzan a olvidarse de mí de una vez por todas? No comprendo por qué no pueden sencillamente dejarme en paz, fastidiarse de seguirme, cansarse de mirarme...

    Desearía evaporarme, quedarme en un lugar tan oscuro como el espacio y allí sentarme, abrazar mis piernas con mis brazos, cerrar los ojos y recostar mi cabeza en mis rodillas; derramar mi alma, derramar mis lágrimas, hasta que ya no salgan, hasta que todo ese líquido se haya acabado y tenga que comenzar a llorar sangre; y en una de esas, tener la suerte de que la sangre se acabe. 

    ¿Acaso me he rendido? ¿Quiero morir? ¿A eso se reduce? No. La pregunta es falsa. No me quiero cortar las venas, no quiero tragarme 24 diazepam, no quiero tirarme por un balcón. No.

     No quiero la muerte porque no quiero nada. Sin embargo, si existiera una manera de acabar conmigo misma mediante alguna acción puramente mental, lo haría de inmediato, sin perder más tiempo.

    Me cansé de que pregunten: no voy a dar respuestas; no porque no las tenga, sino porque no estoy de humor para respuestas.