miércoles, 12 de marzo de 2014

No es tan complicado.

Yo sé que hay vida más allá de tus ojos,
lo he comprobado.
Sé también que hay vida más allá de nuestro encuentro;
de este tocarnos para soltarnos
y revivir con cada nueva nostalgia
en un vuelo al vacío y sin alas.

Tal vez volamos para aterrizar en este lugar caliente
que tanto nos gusta.
Allí me oculto entre tus labios
y apenas puedo percibir aquel destello
para no eclipsarme y saber dónde estoy.

Callada, sólo murmurando, te quiero:
unas veces con miedo, otras con compasión;
ligeramente indiferente y a veces hasta fingiendo,
si es necesario;
porque no existe nada ni nadie que pueda como tú,
amalgamarse con la ausencia hasta rodar
y dar al mismísimo fondo de mi corazón...

Puedes suponer, tal vez
que escribir es un plan mío,
una estrategia ya usada anteriormente,
donde yo echo de menos no encontrarme
y tu has dejado de buscarte por si me hallas.

Puedes concluir también
que escribo porque no puedo tocarte
y tú no quieres tocarme
para que siga escribiendo.

Puedes creer -y estás en todo tu derecho-
de que me estoy dispidiendo.

Pero a veces la verdad es mucho más sencilla,
y a pesar de las cosas que me rodean,
de este ir y venir de personas desconocidas,
de un trago aquí,
de una sonrisa allá,
de la felicidad de mis domingos,
o de esas gentes que no saben ni que existes,
tú sigues siendo todavía el único modo que conozco de no sentirme sola...

lunes, 6 de enero de 2014

Huir.

De las noches lentas
del amor que se adhiere al papel
Huir de mi misma...

Huir sola
de las legítimas lágrimas
de los rincones
de la causa de la fatiga
de las ansiedades del negro día
Huir rápido, lento, moribunda
Huir de todo aquello que demande dolor
Huir de la canción asesina del tiempo
Huir inerte
Ir al revés
Huir de la piel de las manos
Deshacerme de las líneas de las palmas
Huir insolente
Sin memoria
Huir homicida
Huir culpable
de tu ausencia
Huir de ti
De todos
Del trago
Y también de la barra
Y del eterno abrazo
Y del silencio de tus dedos
Que ya no escriben.

Ni me tocan.

lunes, 29 de abril de 2013

Street Spirit.

"'Street Spirit' es nuestra canción más pura, pero no la escribí yo. Se escribió sola. Nosotros éramos simples mensajeros; sus catalizadores biológicos. Su núcleo es un completo misterio para mí, y, ya sabes, no volvería a intentar escribir una cosa así sin esperanzas. Todas nuestras canciones más tristes tienen en algún lugar un resquicio de firmeza. 'Street Spirit' no tiene firmeza. Es un túnel oscuro sin luz al final. Representa toda la emoción trágica que es tan doloroso que el sonido de esa melodía es su única definición. Todos nosotros tenemos una manera distinta de entender esta canción. Se llama indiferencia. Especialmente yo; yo separo mi radar emocional de esta canción, o si no no podría tocarla. Estallaría. O me daría algo en escena. Así es como su letra es un montón de mini-historias o imágenes visuales opuestas a la explicación cohesiva de su significado. Usé imágenes junto con la música que pensaba que podían transmitir la entidad emocional de la letra y la música al ir juntas. Eso es lo que significa 'all these things you'll one day swallow whole' (todas esas cosas que algún día te tragarás enteras). Me refería a la entidad emocional, porque no era capaz de articular la emoción. Estallaría...

Nuestros fans son más valientes que yo al dejar que la canción les penetre, o quizás no se dan cuenta de lo que están escuchando. No se dan cuenta de que 'Street Spirit' es acerca de mirar fijamente al puto diablo a los ojos, y saber que, sin importar lo que hagas, él siempre se reirá el último. Y eso es real, y verdadero. El diablo siempre se reirá el último en todos los casos, sin excepción, y si pienso en ello durante mucho tiempo, estallaría.

No puedo creer que tengamos fans que puedan tratar emocionalmente con esta canción. Eso es por lo que estoy convencido de que no saben de qué trata. Por eso siempre la solemos tocar hacia el final de nuestros sets. Me vacía, y me sacude, y duele como el infierno cada vez que la toco, mirando cómo miles de personas se ríen y sonríen, ajenos a la tragedia de su significado, como cuando tienes que sacrificar a un perro y está moviendo el rabo de camino al matadero. Eso es lo que parecen, y me rompe el corazón. Ojalá esta canción no nos hubiera elegido como sus catalizadores, y no lo reivindico. Pregunta demasiado. Yo no la escribí". 


-Thom Yorke.







Espíritu de la calle.

Hileras de casas, todas se abalanzan sobre mi; puedo sentir sus manos azules tocándome.


Todas estas cosas en posición, todas estas cosas un día las tragaremos enteras.

Y se desvanecerán otra vez, y se desvanecerán...



Esta maquina no comunicará estos pensamientos y el esfuerzo bajo el que estoy,

Ser un niño del mundo, formar un circulo antes de que todos sucumbamos...
Y se desvanecerá otra vez, y se desvanecerá otra vez...




Huevos rotos, pájaros muertos; gritan como si lucharan por vivir.

Puedo sentir la muerte, puedo ver sus ojos saltones...
Todas estas cosas en posición, todas estas cosas un día las tragaremos enteras.
Y se desvanecerán otra vez, y se desvanecerán otra vez...




Sumerge tu alma en amor, sumerge tu alma en amor.




lunes, 4 de marzo de 2013

Escribe.

Escribe como una loca que corre desnuda por la ciudad, como una enferma terminal que ya no le tiene miedo a la muerte. Escribe cuando quieras golpear la pared de rabia o llorar de impotencia. Haz que las palabras fluyan, que se escurran por las paredes invisibles de esos recuerdos que te atormentan.

Escribe cuando la terquedad de tu corazón no te deje dormir, cuando te hartes de recurrir a esas pastillas que te vuelven adicta al olvido; cuando la madrugada te deje gravitando en un silencio inexorable.

Escribe cuando te canses de prender velitas y de pedirle a Dios, cuando dejes de poner en manos ajenas cosas que solo dependen de ti. Pero también escribe por esas velitas que prendiste, por esas mañanas en las que secretamente rezaste con tanta esperanza, con tanto amor, porque tener fe en algo a veces hasta te da fuerzas para avanzar en esta locura que es la vida.

Escribe por mí que muchas veces me quedo sin voz. Escribe para que sepas que no estás sola, que muchos te leemos y compartimos tu dolor. Escribe para que cuando te leas te des cuenta de que es necesario estar en el piso para ver las cosas con otra lupa, con otros ojos, y decidir de una vez por todas que ya es hora de dejar de lamentarse y volver a empezar, volver a intentar.

Escribe cuando al escuchar los primeros cinco acordes de esa canción se te dibuje una falsa sonrisa y te quedes viendo a través de ti. Escribe cuando te mires al espejo y te reconozcas en tus expresiones y, por qué no, te gustes, y disfrutes de quedarte así un momento, admirándote e reinventando conversaciones con alguien a quien quieres mucho pero ya no está.

Escribe cuando un sábado por la noche todos tus amigos salgan a bailar y a embriagarse y tú hayas decidido quedarte en casa; cuando un domingo por la mañana todos duerman y tú seas la única despierta. Pero también escribe si fuiste a una fiesta y al día siguiente recuerdes que hacía mucho tiempo que no saltabas tanto con una canción, o mejor aún, que no recuerdes nada por el alcohol y descubras en las caras de tus amigos esa misma alegría de ayer y de ahora, y ojalá de siempre...

Escribe cuando te sientas atrapada por esas imágenes del pasado en esa cárcel que es tu habitación; cuando el alcohol y las drogas baratas ya no sean tu mejor salvavidas y te sigas ahogando a pesar de todo.

Escribe para liberar ese rencor que te quedó en la garganta, para correr y que nadie te alcance, y en la cima grites las verdades con el coraje que no tuviste tiempo atrás. Porque sabes que te faltó coraje. Te faltó coraje. Siempre nos falta...

Escribe cuando ya no te duela lo que debiera hacerte llorar, cuando ya no te alegre lo que debiera sacarte una carcajada. Escribe desde las profundidades de tu abismo, desde la más completa oscuridad de tu caverna. Escribe por esas lágrimas que no se ven pero que están ahí, como un pequeño secreto entre tus ojos y tu corazón.

Escribe. No te canses, no te rindas, por favor. Ya pronto pasará. Ya pronto terminará. No te me apures, no te me arrepientas, no se te ocurra sentarte a mirar hacia atrás. Escribe con esa pasión que te arde, con esa llama que te quema cada noche y que no se extingue..., porque sí, sigue habiendo un brillo en tus pupilas a pesar de la gran oscuridad en tus ojos.

No llores, niña. Escribe.



domingo, 17 de febrero de 2013

¿Más de quién?

Veo el vacío lleno de seres volubles, inestables y traicioneros que se mueven por impulsos por los que jamás se movería ella. Los mueven los antojos, el egoísmo, el orgullo y sus ansias de compararse y ser más; ¿más que quién? -me pregunto-. Otros se mueven por sus instintos y fijaciones: "quiero esto y no importa la manera en que lo consiga"; y allá van, destruyendo lo que haga falta por obtener su recompensa. Y me resulta tan banal todo...


Veo la capacidad de hipocresía, de alabanza disfrazada y de nadar en tramas ocultas maquinando planes que no llevan a ningún lado, sonriendo a causa del dolor ajeno y amargándose por la felicidad de otros. Y pienso: ¿aquí he de abrir yo mi corazón? (Bastante peligroso). 

Veo esos círculos y me provoca apartarme, hacer que no veo, hacer que no escucho, hacer que no existo y abrazar con mucha fuerza mi propio yo para que nadie pueda llegar y destruirlo. Y alejarme lo más posible. 
Preferiría que me vendieran, que me mintieran y que se burlaran de mi, que venderme yo misma, vender mi integridad y mi conciencia solo para que no digan que soy aburrida. 

...No creo que consiga otra como tú, amiga. Y no sabes cuán afortunada me siento por tenerte en mi vida a pesar de no poder vernos siempre. Recuerdo cuando por la universidad tuviste que mudarte..., lloré mucho, hasta vomitar y quedarme sin aire. Pensé que con el tiempo las cosas cambiarían y no sería igual. Me causa mucho placer haberme equivocado.
Sabes mis secretos, conoces mis miedos. Te has arriesgado conmigo jodiéndole la paciencia a los policías y haciéndole bromas a mis vecinos. Has estado ahí. Cada vez. Pintando el cuarto, rompiéndome la boca con una patada mientras me bailas y me dices frente a mi padre que soy una zorra y que me gusta. No me respetas y no tienes vergüenza, pero a ti te lo paso porque te amo.
La verdad es que me acostumbré a verte en mi casa, en los hospitales..., no sabría qué hacer si no estoy contigo.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Un triste espectáculo en el centro.


Una mujer pobremente vestida estaba sentada en el suelo contra la pared de un edificio como si se hubiera caído o desmayado, y a su lado, en silencio, un niño aproximadamente de tres años levantaba los ojos angustiados a los que pasaban por allí, mientras lloriqueaba.

-No se acerque usted, no haga caso (me dice una señora al advertir que me detenía). Es un truco que tiene la gente ésta. Todos los días se desmaya alguno en las calles del centro. Si en este nuevo mundo los lisiados, o los enfermos, o los indigentes, o los sin techo quieren comer de los containers de basura e instalar unos trapos cerca del metro para dormir allí, que lo hagan: que se acurruquen bien, y si a la mañana se despiertan muertos, mejor para nosotros. Son parasitos y nada más. Viven de nosotros.

La mujer “desmayada” levantó sus parpados agresivamente y sus ojos se llenaron de ira.

-Hijadeputa (murmuró como rezando)..., la señora se fue a pasos vivos -casi corriendo-, asustada, y me dejó sola con aquella pordiosera. Yo la ayudé a levantarse. Ella agarró a su niño sin mirarme ni darme las gracias y se fue.

Cada vez que paso por las calles del centro ella me mira con esa luna que no se me quita de encima. Siempre me observa y me pide monedas diciéndome que tiene hambre.

Tienen hambre.



jueves, 27 de septiembre de 2012

Gracias infinitas.

Recuerdo cuando eras un bebé, un bebé muy pequeño. Tenías apenas 14 días de nacido y fuiste prematuro, así que eras más pequeño que los bebés normales, pero yo sabía que crecerías y serías el mayor orgullo de mi vida.

Estaba a solas contigo en mi habitación. No lo sabías, pero estaba allí, atenta a cada movimiento tuyo.

A veces te hablaba, te decía con reservas todo lo que te amaba, todo lo que esperaba que lograras. La euforia me inundaba y entonces bajaba la cabeza para besar tus piecitos y mirarte largamente. No lo hacía muy seguido porque casi no tenía la oportunidad de estar sola contigo. Apenas me encerraba para disfrutarte, entraba mi papá o mi tía y comenzaban a hablarte como si fueras tonto y a hacerte ruiditos nasales o cantos absurdos. No sé por qué me molestaba tanto que te trataran así. A veces me daba la impresión de que las visitas te miraban como a un juguete con vida, motivo de festejos y juegos. Mi precioso, ¡sentía tantos celos de la gente que venía a verte, que te hablaba boberías, que te daba de comer y me apartaban como si yo fuera la niña estúpida que no sabía como tratar a un bebé!

Josué, cuando te vi por primera vez sentí miedo, sentí la obligación de ser tu madre, de cuidarte, de esforzarme para darte lo mejor, de protegerte de las maldades del mundo y de las injusticias de la vida.

Quiero decirte que has cambiado mi vida, que te amaré siempre, que cada vez que me encerraba para hablarte era la niña más feliz de la tierra, porque estabas ahí, conmigo, en esa habitación. Y hoy soy feliz porque me he ganado un lugar en tu corazón. Uno importante.

Quiero escribirte porque de algún modo tengo que desahogarme de esta emoción tan fuerte que últimamente he sentido que me rompe: no somos malas personas, pasa que crecimos en circunstancias difíciles... Juntos aprendimos a vivir, crecimos como cómplices y amigos incondicionales

Doy gracias infinitas a Dios por habernos hecho hermanos.

Doy gracias infinitas.










lunes, 13 de agosto de 2012

Fundación.

El simple hecho de estar con ellos es increíble. Vamos con la intención de fabricar sonrisas y la cosa termina al revés. No creen en Dios, pero son Ángeles. Tan sublime es que no puedo entenderlo.
















 Los más bellos cristales se encuentran en las peores atrocidades. Vale la pena buscar, porque cuando los miras te deslumbran.


sábado, 21 de abril de 2012

Imperfección.

Cuando decepcionamos a alguien, lloramos sobre los miles fragmentos de nuestra imagen rota.  Tratamos de pegarlos una y otra vez. Y no. Ya es tarde: ya el concepto que tenían de nosotros cambió.


Las contradictorias figuras que los demás reflejan de nosotros, al darnos idea de nuestra triplicidad, nos desalientan en el empeño de adobar una imagen única, servible para todos. Por eso tratamos de conservar las imágenes, las de ellos, las incompletas, las perfectas, las no nuestras; y tenemos cuidado de no quebrarlas..., pero sucede que siempre se abren fisuras en ellas, la situación se escapa de nuestras manos, y es cuando desesperamos considerablemente y nos esforzamos para reconstruirlas.




Pero, sin embargo, de abandonar el vano empeño de pegarlos una y otra vez, no se deriva ningún fracaso, sino por el contrario, la más generosa victoria que un adulto puede aspirar: la de echar esos fragmentos al río y aprender a vivir sin la guía de la imagen que con ellos se quería componer. 

Es necesario abandonar esa absurda insistencia en impresionar a las masas. A veces lo mejor es, simplemente, iniciar una exposición tranquila de principios e ideas cuya verdad universal se han patentado mediante la experiencia personal. 

Ahora..., claro, en esto no soy una excepción… he sido victima de la debilidad de mi propia generación, no solo una, sino cien veces. Debo ser sincera y decir que, en retrospectiva, me desconcierta la pedantería, la artificialidad y la falta de originalidad con la que actué años atrás: la apremiante necesidad de asombrar y de hacer propaganda era claramente perceptible..., lo bueno es que no me quedé allí, ya hace mucho tiempo que dejé de esforzarme, de intentar unir esos trocitos.

Incluso, a veces, aún los veo, observo como fluyen en el río que los arrastra. Y entonces me detengo a observarlos por instantes..., y sonrío; suspiro con satisfacción, como quién ve tomar buen rumbo a un barco que estaba a punto de naufragar.




martes, 10 de abril de 2012

El único hombre que siempre me amará.

Él borraba con sus besos, mis lágrimas infantiles; su bondadosa brisa, siempre mantuvo mis velas desplegadas al viento del destino.

Cuando me hablaba, no me hablaba a mí. Le hablaba al destello existente en mis ojos cuando era niña; a la frescura infantil que el maquillaje nunca podrá reconquistar.

Dicen que los niños somos como diminutas esponjas hasta los 7 años. Y pues... La verdad es que las pocas virtudes que tengo, las tengo porque el fué mi modelo. Es una persona extremadamente inteligente y equilibrada, siempre con una respuesta para todo. Creo que soy algo así como una secreción de su persona, o eso me gustaría. Arrghs, es jodidamente perfecto.

Bueno, bueno, ya. No me vengan con eso de que nadie es perfecto, ustedes no lo conocen. Je. Otey... Se ha equivocado mucho, lo sé. Y pues tal vez estos últimos años lo ha hecho un poco mal... Pero, pero; phsé, no puedo olvidar todo lo que hizo por mi en el pasado, o sea, él nunca se fué a domir molesto conmigo, ya saben... es una de esas personitas que, siempre escupe un disculpa por más que cueste, o se le sale un abracito sincero. Es muy hermoso. Siempre se esforzó para que su niña estuviese feliz. Nadie puede decir que no se esforzó.

Lo considero el sólido basamento de mi universo, y siempre le estaré agradecida por todo lo que hizo por mi. Hoy cumple 42 añitos, ya está viejo. Ji.

Ay, gracias por ser, por nacer, por estar. El único hombre que siempre me amará.

Mi pá.

jueves, 5 de enero de 2012

Una carta corta.

Luego de haber leído tantos libros,obras, poemas, tweets, blogs y novelas, no me resulta fácil dejarme impresionar por la mera belleza o la fluida prosa de la oratoria de alguien; pero las pocas lineas que has garabateado con tanto esmero en esta modesta hoja, me han conmocionado mucho más que todos los clásicos que he leído. Tú no eres una aficionada a la escritura, no tienes el mejor léxico, los mejores conocimientos, no tienes ni puta idea de quién es Rasputín, Hegel, Sabines,Cortazar; tampoco sabes escribir bien "Shakespeare", pero lo que has escrito..., lo que has escrito te ha nacido de la entrañas. Y es hermoso.

Tu carta ha sido una de las más cortas que he leído nunca, ya que toda la sustancia se percibe en una sola frase compuesta. Aún así, es una de las mejores cartas que he recibido en mucho tiempo.

Gracias, por todo.

Te amo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Te lo juro.

Te juro sin falacias que he pensado en ti. Y en tus ojos.

Te juro que he pensado en tu voz, en cómo cambian mis días cuando te veo parpadear, sonreír. He pensado en esa manera tuya, muy tuya, de observarme sin querer hacerlo, de estar junto a mí y estar como invisible, de hablarme sólo para recordarme que aún le das vuelta a mi corazón.

Te juro que he pensado en tu piel, ese manto de seda que me gustaría usar para arroparme; he pensado en tus labios, y en ese hablar en bajo tono que tienes, como destilando complicidad.

Te juro que he pensado en cómo era antes de ti, en cómo me perdía en mi cuarto, me miraba al espejo y sentía que estaba sola.

Te juro que a veces me sigo sintiendo sola, pero ahora, sé que no lo estoy completamente, porque al verme, te veo. Y recuerdo tus letras, esas que me llenaron los vacíos que no sabía que tenía.

Te juro que te veo, aquí, en mis ojos, en mí. Y te imagino, callado, hablando. De cualquier forma, sigues sin estar.

Sólo eres la navaja que siega mis impulsos. ¿Eso es bueno? ¿Eso es amor?

lunes, 21 de noviembre de 2011

No es amanecer. Es despertar.

     04:36am.

     Otra noche sin dormir. Más allá del dolor físico habitual que atormenta mis sienes, creo que es una angustia mental lo que me impide concebir el sueño. Más que angustia, es incorformidad, de mi, de mi existencia…

     La noche está tan cerca de mí, que puedo sentir como el aire esgrime. Y ojalá se acercara para abrazarme, pero no: la noche a mi no me abraza, me quema con su frío; y junto con la luna, me maltrata. Es castigo. 

     En noches como éstas me molesta hasta el sonido de mi respiración. Y es que esta maldita respiración se desliza oído a dentro, cada vez más ruidosa y rasgada… viscosa hasta exasperar. 

     A pesar de que está madrugando, decido abrir la puerta y salir al patio a pensar en la claridad de la noche. Y digo claridad de la noche, porque es precisamente en la noche cuando los pensamientos se vueven más nitidos y cobran más sentido.

    Me siento. Noto que el cielo está infranqueable, refulgente. Y aunque las montañas no han sido abandonadas por la oscuridad, ya parecen presentir su huida. Y es que el sol se acerca, ya está a punto de amanecer; pero aún todo está confundido en el ayer. Me agrada saber que no soy sólo yo, y que incluso los pájaros, parecen haber perdido el rumbo.

    Hoy no amanecí, hoy desperté.

    Desperté angustiada de corazón y de mente, angustiada hasta la médula, y a decir verdad, harta de mi misma. No quiero estar bajo esta piel. No quiero estar dentro de esta nube. La oferta de la vida me parece demasiado vulgar. Aspiro a salir de mi yo.

    Ciertamente me gustaría desaparecer, de hecho, diría que hoy más que nunca, pero probablemente lo vuelva a repetir; a fin de cuentas siempre acabo diciendo lo mismo, ¿no? He gastado tanto el diccionario que no me siento en condición de continuar reflejando lo que voy sintiendo en las líneas. Sin embargo, lo sigo haciendo. Y es que estas líneas son mi único escape, son las únicas que me abrigan y que me liberan; líneas, letras, tinta, únicas que pueden ampararme. Únicas que pueden retener esto, que pueden protegerme de mi.

    Desearía comprender las cosas, pero cada vez que me lo explican, más me cuesta. Quiero adormecerme, pensar en mi, quiero... sencillamente quiero dejar todo esto, necesito irme. Necesito desaparecer por mucho tiempo, estar sola, pero la verdad es que es imposible. No puedo huir lejos, a otro lugar, a otra dimensión, no puedo escapar, ocultarme, meterme debajo de la cama y no salir nunca. Y es que resulta tan difícil esconderse cuando hay gente que se da cuenta de lo que sientes, y preguntan. Arghs, ¿es que acaso no entienden que existe la posibilidad de que yo esté cansada? ¿Acaso no puedo desear yo, dejar de existir? ¿Por qué no comienzan a olvidarse de mí de una vez por todas? No comprendo por qué no pueden sencillamente dejarme en paz, fastidiarse de seguirme, cansarse de mirarme...

    Desearía evaporarme, quedarme en un lugar tan oscuro como el espacio y allí sentarme, abrazar mis piernas con mis brazos, cerrar los ojos y recostar mi cabeza en mis rodillas; derramar mi alma, derramar mis lágrimas, hasta que ya no salgan, hasta que todo ese líquido se haya acabado y tenga que comenzar a llorar sangre; y en una de esas, tener la suerte de que la sangre se acabe. 

    ¿Acaso me he rendido? ¿Quiero morir? ¿A eso se reduce? No. La pregunta es falsa. No me quiero cortar las venas, no quiero tragarme 24 diazepam, no quiero tirarme por un balcón. No.

     No quiero la muerte porque no quiero nada. Sin embargo, si existiera una manera de acabar conmigo misma mediante alguna acción puramente mental, lo haría de inmediato, sin perder más tiempo.

    Me cansé de que pregunten: no voy a dar respuestas; no porque no las tenga, sino porque no estoy de humor para respuestas.

sábado, 6 de agosto de 2011

Hospital, Ce.


-¿Duele mucho? –Dice una voz-. No se mueva.

El pinchazo de una aguja. Un minuto más tarde, el dolor se va, seguido del pánico y la consciencia misma.

Se despierta dentro de un capullo de aire muerto. Intenta levantarse pero no puede. Es como si estuviera encajada en cemento.

A su alrededor una blancura sin nada que la suavice: un techo blanco, unas sábanas blancas y una luz blanca. También una blancura granujienta como pasta dentífrica vieja que parece estar recubriéndole la mente, hasta el punto de que no puede pensar con nitidez y se desespera considerablemente. “¿Qué es esto?”, articula con los labios, o tal vez incluso lo grita, queriendo decir: “¿Qué me están haciendo?” o “¿Qué lugar es este en el que me encuentro?” o incluso “¿Ya morí?”.

Una mujer vestida de blanco con manchas de humedad bajo las axilas, aparece de la nada, se detiene y se la queda mirando con atención. Ella intenta formular una pregunta a partir de la confusión que tiene en la cabeza. ¡Demasiado tarde! Con una sonrisa amarillenta y un golpecito tranquilizador en el brazo, la mujer (gorda y de aspecto desagradable) sigue su camino.


Su cerebro le envía una descarga de dolor blanco y lacerante. Le duele. ¿Dónde le duele? Hasta las cejas. O eso cree ella... Pero no. En realidad le duele sólo la cabeza, pero el dolor se intensificó de manera tal, que ya no distingue el dónde, sino el qué, y sabe que no puede soportarlo más. Grita. Se oyen pasos en el pasillo, seguramente de doctores que se aproximan.

Se oye tragar saliva a si misma y luego nota el latido de sangre en sus oídos.

La sedan. Cierra los ojos…

Las pastillas que ella recibe, están destinadas a opacar el dolor y hacerle dormir, pero no duerme. Está claro que esto (esta cama ajena, esta habitación vacía y este olor a la vez a antiséptico y orina) no es un sueño, es la realidad, no puede ser más real. Y sin embargo todo el día de hoy, si es que es el mismo día, si es que el tiempo todavía significa algo, le produce la sensación de ser un sueño.

Un doctor la despierta y comienza a hablarle.

Estamos para ayudarte-le dice- estás en un centro de rehabilitación. Ella se le queda mirando con ojos absortos y vacila.

Entonces de repente a su cerebro viene una serie de imágenes en fuga abstracta.

¿Hasta dónde he llegado? –Se pregunta-.

Se cuajan las lágrimas.

Caen.

Lágrimas que no son saladas, sino amargas (carentes de sal, llenas de narcóticos).

Me han traído aquí porque creen que tengo algo -piensa-. Me han traído aquí porque creen que soy una adicta.

Revuelve sus recuerdos hasta tener un remolino en su mente.

El que yo esté aquí, es culpa de la negligente farmacéutica que vende el Demerol sin pedir recipe.

No.

Es mi culpa (finalmente admite).

*En serio quise dejar de tomarlas muchas veces, pero, si no la tomo, duele. Duele mucho.

Dicen que es dependencia...*

Pasan horas, luego días.

Horas de dolor y días de pensamientos oscuros, en los que, se repite que es patética por necesitar una pastilla.

Pasan semanas. Semanas en las que tiene que soportar unas charlas atiborradas de psicología barata.

Las charlas eran en las tardes. La llevaban a una especie de sala llena de gente sombría y todo lo que decían era decirle “tú puedes”. Ella se sentía en la misión Robinson (esas en las que estimulan a los vejestorios a aprender a leer y escribir)…

En una de las primeras sesiones, no dejó siquiera que se escucharan las palabras del terapeuta: tosía cada dos minutos.

-¿Estás bien? –le pregunta él-.

-No es nada, solamente tengo gripe. –responde ella-.

La verdad es, que ella sabe que no suena como una gripe en absoluto. Es una tos, y tiene una cualidad humectante, como si los pulmones estuvieran intentando expulsar, de un puñado cada vez, una porción de sus entrañas que está firmemente incrustada.

Experimenta un miedo erizado y un dolor punzante en la boca del estómago. En poco tiempo una sensación de náusea agudísima la levanta de la silla. Apenas tiene tiempo de alcanzar el baño.

Vomita.

Sus sienes tiemblan.

Vuelve a vomitar.

Llora.

Siente como si el corazón de repente, estuviera demasiado cansado para latir. Las lágrimas caen de sus ojos, pero esta vez sin fuerza, una simple exudación acuosa.

El terapeuta se percata de la situación, la acompaña hasta su habitación y llama a un doctor para que la atienda. Aguja. Duerme.

Otro nuevo día.

Anoche creía estar en la antesala de la muerte; hoy vuelve a encontrarse más o menos bien. Una pizca de esto, una gota de aquello y un pellizco de lo otro, todo mezclado y embutido dentro de una pastilla y el monstruo del dolor queda reducido a un ratón.

Milagroso -piensa ella-.

Amanece de buen humor y le pide a una enfermera simpática con la que conversa esporádicamente, que le preste su BlackBerry. Envía mensajes de textos, abre su Twitter, Facebook, pero es como si no, porque no tiene actividad, solo entra para leer y nada más. Cierra todo. Le da las gracias a la enfermera y va a sentarse en el comedor junto a dos personas más. No les habla.

Ella es extrovertida y social, pero desde que ingresó allí, parece haber cambiado, no habla con nadie… No quiere hacerlo. Aunque una de las dos personas que están junto a ella, le busca conversación, ella no pasa de un “hola” y palabras secas. Los ignora.
Cierra los ojos, vacía la mente y espera a que acudan pensamientos. Se sumerge por un rato, en un mundo de absoluta negrura. Los segundos amueblan su cabeza con ideas de algo incierto.

Quiere huir. No soporta ese lugar. Se siente sola.

Cada día al levantarse, sabe de antemano lo que va a hacer. Marasmo. Rutina. Lo mismo. Asco.

Está aburrida de aburrirse. El tiempo ahí se emplea principalmente en 4 cosas: agujas/pastillas, comedor, charlas, dormir.

A ella particularmente, le gusta estar en su habitación, pensando.

Y por “pensando” me refiero a “vomitando y llorando”.

Vomito y llanto. En eso se resume su estadía en el ce.

Para ella, la depresión se convirtió en una celda. Una celda sin ventanas ni puertas donde ni ella misma sabe qué hizo para entrar…  Y ahora se dedica a buscar en dicha celda, grietas, para intentar acrecentarlas con uñas y dientes, para poder crear una salida.

viernes, 8 de julio de 2011

Nota Mental

La música melodiosa que colocan en el metro y en algunos hospitales, forma parte de la máscara sonriente que quieren ponernos a todos como a un remedio al desconsuelo.